jueves, 24 de septiembre de 2009

COFRADÍA GUATITA

Ya bordeo las tres décadas y antes tenía muy clara la idea de que cuando llegara a esta edad no iba a permitir, de ninguna manera, que me creciera la panza, claro!!, ni por asomo me iba a dar la licencia de exhibir una prominente guata chelera como de las que siempre renegaba y rajaba cuando las veía en mis congéneres descuidados.

Y es que todavía puedo recordar cuando, en vacaciones de la universidad, me sometía a disciplinadas rutinas de ejercicios en la casa de mi abuela. Todo empezaba con un trote sostenido desde el Colegio Militar Elías Aguirre hasta el malecón de Pimentel. Para luego, de manera casi sádica, sudar a litros con mis planchitas, canguros y abdominales.

Aún recuerdo como con una pesa recontra casera, reventaba las venas de mis, en esos días, “marcaditos” brazos. Ah!! me viene la nostalgia por cosas provechosas o buenas que hice alguna vez. Aunque por ahí le leí a alguien , creo que a Bryce, exponer su idea de que eso de ejercitarse es una reverenda perdida de tiempo porque, después de todo, todos nos pudriremos, musculitos más, musculitos menos.
Resulta que desde que tengo dos trabajos, más las responsabilidades propias de un varón comprometido y con prole, y no usare la clásica "no tengo tiempo", lo cierto es que no separo un tiempo parar jugarme una pichanguita por lo menos. Tanto así que si me animo a jugar otra vez tendría que llevar mi pelota para que me acepten, porque si la práctica hace al maestro, la falta de la misma hace al...?

Y ahora sin proponérmelo,y bueno para ser más sinceros por la simple dejadez, cada mañana me doy con el infeliz resultado de tanta desidia y es que frente al espejo empiezo a notar como va tomando forma la redonda protuberancia. En este caso estamos hablando de la clásica “panza de rata”. Aquella guata que aún puedes ocultar bajo la ropa, pero que expuesta, descaradamente, da fe del más vil sedentarismo.
En el canal somos 7 varones ( eramos 8, uno se fue a Lima), la edad promedio debe ser 29 y todos tienen membresía en el club de muchachones panzones, todos, ninguno se salva. Todos ocultamos debajo de nuestros polos o camisas aquella señal inequívoca de que mucho gym o footing, en nuestras rutinas diarias, no hay.

Que me queda a asumirlo pues, ya estoy dentro de la cofradía guatita. Y hace mucho frío por las mañanas como para salir a correr, por lo menos en está época del año ( en realidad me levanto a las 6 para leer). Se me ocurre que la solución sería que uno de mis contemporáneos me animara a hacer algo para disminuir la flacidez de nuestras barrigas pero al igual que yo ellos también estarán esperando lo mismo, así que zanjamos este tema con aquella frase que me cae a pelo o a panza: si no puedes con ellos, úneteles.

jueves, 10 de septiembre de 2009

PARAJE CÓSMICO






Tres y media de la mañana. Llegamos a Pedro Ruiz. Como siempre con los pies a punto de explotar cuando viajo. Bajamos del bus, somnolientos claro, y lo que quedaba era que alguien nos estuviera esperando para llevarnos hacia San Pablo de Valera. Pero nadie, nadie preguntaba por dos tristes periodistas que llegaban a conocer las cataratas de Gocta.

Lo peor del frío de la madrugada es que por más cosas que hagas no te lo puedes sacar de las piernas que se te congelan como dos pescados en la más infernal nevera. Con Salvador, el camarógrafo, que de seguro ya se había acordado hasta de mi bisabuelita, pues yo había hecho las coordinaciones, con él decía acordamos tomarnos un café salvador, que acompañados con dos sanguches "de estofado, joven" hizo que olvidáramos por un rato que estábamos literalmente botados en la carretera.

"Vamos a Chachapoyas, won", me decía mi compañero. La idea era, más que tentadora, razonable, porque ya nos iban a dar las 7 de la mañana y nada, nada de la camioneta que nos iba a recoger.

Lo que pasaba era que yo estaba "emperrado" con el objetivo de llegar hasta las benditas cataratas. "Oe mejor vamos por nuestra cuenta", sugerí; eran las 7:30 a.m. de un sábado, hasta ese momento, bien fregado.

Estábamos ya subidos en la station wagon que nos llevaría por 5 lucas hasta el pueblo, cuando en eso el chofer recibe una llamada y providencial nos pregunta: ¿ustedes son los periodistas que vienen de Chiclayo no?

Y nos llevo hasta el pueblo. Luego de un rato de presentaciones y el respectivo desayuno ya nos hallábamos en camino. Ilusos iniciamos el recorrido con Román, nuestro guía. No pasaron ni cinco minutos y ya sentíamos la pegada en nuestro pulmones saturados de smog.

Pero la verdad siempre me ha gustado caminar y sólo caminar y caminar... claro que con el paisaje que se nos presentaba era muchísimo mejor que mis lateadas por la cada vez menos amistosa ciudad donde vivo.

El silencio es en verdad el mejor acompañante en este clase de caminatas, donde de manera casi involuntaria, solamente piensas en el más grandioso vacío, en nada pues. Descanso mental sobre trajín físico. Como un ejercicio purificante para el espíritu. Eso buscaba. Eso logre.

Estar dentro de esa cúpula verde formada por los árboles era como ingresar a un santuario, donde obviamente nosotros eramos los impíos. Los parajes inolvidables. El cielo simplemente cósmico, esa es la única palabra que cabe, cósmico.

Y si,bueno, son 771 metros de caída de agua pero más, muchos más, por supuesto, de libertad y belleza para el alma.