jueves, 10 de septiembre de 2009

PARAJE CÓSMICO






Tres y media de la mañana. Llegamos a Pedro Ruiz. Como siempre con los pies a punto de explotar cuando viajo. Bajamos del bus, somnolientos claro, y lo que quedaba era que alguien nos estuviera esperando para llevarnos hacia San Pablo de Valera. Pero nadie, nadie preguntaba por dos tristes periodistas que llegaban a conocer las cataratas de Gocta.

Lo peor del frío de la madrugada es que por más cosas que hagas no te lo puedes sacar de las piernas que se te congelan como dos pescados en la más infernal nevera. Con Salvador, el camarógrafo, que de seguro ya se había acordado hasta de mi bisabuelita, pues yo había hecho las coordinaciones, con él decía acordamos tomarnos un café salvador, que acompañados con dos sanguches "de estofado, joven" hizo que olvidáramos por un rato que estábamos literalmente botados en la carretera.

"Vamos a Chachapoyas, won", me decía mi compañero. La idea era, más que tentadora, razonable, porque ya nos iban a dar las 7 de la mañana y nada, nada de la camioneta que nos iba a recoger.

Lo que pasaba era que yo estaba "emperrado" con el objetivo de llegar hasta las benditas cataratas. "Oe mejor vamos por nuestra cuenta", sugerí; eran las 7:30 a.m. de un sábado, hasta ese momento, bien fregado.

Estábamos ya subidos en la station wagon que nos llevaría por 5 lucas hasta el pueblo, cuando en eso el chofer recibe una llamada y providencial nos pregunta: ¿ustedes son los periodistas que vienen de Chiclayo no?

Y nos llevo hasta el pueblo. Luego de un rato de presentaciones y el respectivo desayuno ya nos hallábamos en camino. Ilusos iniciamos el recorrido con Román, nuestro guía. No pasaron ni cinco minutos y ya sentíamos la pegada en nuestro pulmones saturados de smog.

Pero la verdad siempre me ha gustado caminar y sólo caminar y caminar... claro que con el paisaje que se nos presentaba era muchísimo mejor que mis lateadas por la cada vez menos amistosa ciudad donde vivo.

El silencio es en verdad el mejor acompañante en este clase de caminatas, donde de manera casi involuntaria, solamente piensas en el más grandioso vacío, en nada pues. Descanso mental sobre trajín físico. Como un ejercicio purificante para el espíritu. Eso buscaba. Eso logre.

Estar dentro de esa cúpula verde formada por los árboles era como ingresar a un santuario, donde obviamente nosotros eramos los impíos. Los parajes inolvidables. El cielo simplemente cósmico, esa es la única palabra que cabe, cósmico.

Y si,bueno, son 771 metros de caída de agua pero más, muchos más, por supuesto, de libertad y belleza para el alma.



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