sábado, 25 de diciembre de 2010

CORAZÓN DE DURAZNO

Las imágenes que se van sucediendo están barnizadas de un clima de melancolía constante, si quiero recordarla. Un rostro observado desde abajo, tardes grises, sollozos ahogados.

Pequeña niña, de mirada extrañada, traviesa chiquilla de rodillas siempre heridas, creciendo entre almas verdes y suspiros de nube. Larga cabellera ondulada que hoy extrañas, como extrañas jugar con tus hermanos y escaparte al cine con ellos sin que mamá se entere.

Linda estudiante de colegio católico que no rezaba en la formación porque asistía a la iglesia los sábados. Practicante de madre que atendía a sus hermanos menores. Te pasabas el tiempo deshojando días creyendo que la lluvia eran las lágrimas de ángeles berrinchudos que querían bajar a jugar a la tierra.

Para ti el amor llego un día del mar, así como él, impetuoso. Dejaste el arco iris y los relámpagos silentes por ir tras esa promesa de para siempre. Y empezaste a construir tu nuevo mundo con manos asustadas y tu poco más de 20 años.

Tus días se llenaron con tres voces que dependían de tu calor. Te olvidaste de tus sueños para empezar a fabricar los de ellos. Dejaste de lado tus sonrisas para hacerles cosquillas en el corazón y así, tal vez, nunca te olvidarían.

Estos tres visitantes, que crecieron bajo tus alas de paloma, guardan pequeños baúles de besos y soplidos en los raspones, ahora cuando les toca ser grandes. Unos de tus últimos regalos fue algo tan sencillo y bello, como sencillo y bello es tu corazón de durazno.

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