Entonces en momentos en que la chica de la guadaña se pasea por el Almanzor, me da pie a contar lo que me paso justamente por el mencionado nosocomio.
Hace más de un año tuve un accidente ehhh, que cada vez que lo cuento todos dibujan el mismo signo de interrogación en sus caras y es que a mi "me choco un bus", bueno me "golpeo un bus",(así suena más bonito, si cabe). "¿Y cómo sobreviviste?", es la pregunta que de por sí los que me escuchan se hacen luego de la frase que resume mi mala suerte.
Pues claro ¿cómo diablos sobreviví frente al embiste de semejante armatoste? que, como enviado por un mefistófeles pendejo, era de la empresa Kuelap, nombre de la fortaleza preinca que se encuentra en mi tierra natal.
Recibí tal golpe en la cabeza, que recobre el conocimiento el día siguiente, a las 5 de la mañana. Ah verdad! olvidaba otro pequeño jueguito del destino y es que todo ocurrió un lunes 11 de febrero del 2008, día en que mi pequeño hijo cumplía su primer año. Luego supe que también ese es el día del escritor. Qué alegres coincidencias no ??
Bueno desperté como dije, luego de 11 horas de inconciencia y no, no vi ningún túnel con una luz al fondo y no escuche ninguna voz que me llamaba. Lo impactante de ese momento fue ver las caras de mi familia todas borrosas, recién caí en la cuenta de que no tenía mis lentes. Pero al querer hablar, sentí un jalón que me lo impidió.Tenía la boca clausurada.
Producto del impacto recibido(típica frase de policiales) mi maxilar superior se abrió. Recuerdas al Depredador cuando Arnold le saco su mascarita, bueno algo así me imagino que estaba. Entonces el cirujano agarro sus adminículos y volvió a unir lo dañado, que valgan verdades ya estaba dañado. Pa' que.
Tenía la boca sellada con unos hilos por lo que tuve que mantenerme con una dieta líquida en los días más horrendos de mi vida. No saben como extrañaba masticar un mendrugo de pan seco. Era impresionante como una cosa tan simple como disfrutar de un buena cucharada de arroz blanco, se volvía un placer tan lejano. Para cuando llegaba la hora del papeo, mi único "cubierto" era una humillante cañita.
Bueno pasaron los meses y como que volví a la ¿"normalidad"?, siempre he creído en la ambigüedad de esta palabra... Luego vino un proceso legal, al chofercito carretero que casi me lleva lejos, que yo no inicie. Lo que ocurrió es que el amigo del volante entro en algunas contradicciones en sus declaraciones y la fiscal le abrió juicio.
Lo gracioso fue que luego de varias citaciones llego el día en que al tremendo juez le tocaba dictar sentencia y por un error que yo nunca entendí, en ese momento acabé como el procesado chofer, dictándoseme sentencia de un año, suspendida en su ejecución, más una reparación civil de mil soles( que tal cara de cojudo debía tener!) y cuando todos se dieron cuenta del yerro pues no quedaba lugar sino para la carcajada general y mi suma vergüenza.
Ahora al inubicable fercho se le ha declarado reo contumaz, y a mi no queda más que esperar, porque si contrato a un avispado tinterillo me saldría más caro de lo que voy a recibir, como ya habrán notado...
Y bueno por acá ya va acabando mi relato de cuando tuve muy cerca a la huesuda, de cuando pude percibir cerquita el olor de la muerte. Regreso, voy a comprar mi mascarilla.
(La caricatura que "adorna" esta entrada le pertenece al inefable Juan Carlos Ferre Matienzo)
jeje...alusinante tu historia....pero q bueno q estes vivito y coleando jejee...
ResponderEliminarmuxos exitos...!!!!
No he tenido a la muerte tan de cerca, por lo menos no que yo recuerde, así que tu historia me ha puesto los pelos de punta. Lo del maxilar y la censura biológica me ha puesto aún más en plan terror. Que no pueda hablar ni comer!!! Eso sería mi castigo capital por penas que se vuelven obvias tratándose de la boca de la que hablamos... jajaja. Pero qué bueno que no pasó de un grave susto, como dice Beth.
ResponderEliminarSaludos!
eres duro man, si sigues vivo pa escribir relatos komo este vale, suerte existos en too
ResponderEliminar