La coronaron el domingo, por la tarde, por decisión unánime. La alegría en esos momentos trató de ganarle algunos gestos a esas caras condenadas a reflejar sólo angustia.
Cuando aceptó atendernos al día siguiente, íbamos con la firme decisión de no incomodarla con preguntas embarazosas o comentarios fuera de lugar.Sus ojos pequeños, el gesto serio en la boca,sus cabellos blancos, la espalda en paréntesis.
Conversamos y podemos notar ese alargamiento agudo que le pone al final de cada frase, con ese acento tan suyo. De pronto suelta un nombre que no es de por acá: San Bernardo; y con una lágrima delgada recuerda a Marcelo, su hermano, todo un caballero nos dice, no ponemos en duda sus palabras dada su alta embestidura.
Pregunta por su corona, qué por qué no la tiene, la hemos guardado le responden. Ah! esta bien entonces, dice mientras voltea la cabeza y fija la mirada en un punto lejano. La tarde es tranquila. Sólo se escucha el murmullo de nuestras voces en el pasadizo largo.
Nos advierten que se ha acabado el tiempo de nuestra visita, es hora que la soberana se retire a descansar.Hasta vernos...frase lenta y distinta con que se despide la reina. Hasta vernos...repito y siento una aguja fría en la garganta.
...No sé qué es más triste: no querer estar en un lugar o no recordar cómo es que se llegó.
El anhelo de poder regresar a su tierra se mezcla con los pocos recuerdos que el alzheimer le alquila por algún tiempo más.
Rosa es una de las cien almas con pena del asilo San José de Chiclayo.Rosa fue elegida reina de la casa por sus compañeros de melancolía. Rosa Lira es chilena.
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